26 de mayo de 2020

16 de mayo de 2020

La dietética

Escúchalo de mi propia voz:

Introducción.

Comencemos con una afirmación radical, con un juicio ético-crítico radical: la modernidad capitalista es la edad de la miseria, porque pone en peligro de muerte la diversidad cultural, todas las especies animales e incluso la madre Tierra. Por eso me interesa la creación de nuevos sujetos, es decir, nos interesa la creación de nuevas eticidades y diseños políticos capaces de poner las nuevas veredas para caminar la vida. ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad para crear lo nuevo? ¿Qué sujetos pueden crear lo nuevo? Nos interesa por eso superar los sujetos modernos, pero teniendo conciencia que somos inevitablemente constituidos como modernos, al menos en primera instancia. Pero si nosotros actuamos en praxis –es decir, con conciencia ético-política-crítica del mundo en que vivimos- sobre la realidad, las generaciones por venir serán otros sujetos, no necesariamente modernos. Estos sujetos crearán los diseños de los proyectos de vida inéditos del porvenir de la humanidad, pero ahora en armonía con la vida en general. En parte, nos-otros ya somos estos sujetos nuevos, pero hay que darnos cuenta, tomar conciencia, ser radicales.

La vida comienza en el estómago, en comer para producir, reproducir y aumentar la vida. Los alimentos son las condiciones de posibilidad para la vida. Por eso saber comer es la gastrosofía, porque no comemos sólo por comer, sino que comemos de acuerdo a nuestras culturas e historias. Nuestras culturas e historias son el fundamento de nuestros alimentos, de ahí que la manera y el tipo de alimentos que comemos produzca, reproduzca y aumente cierto tipo de vida y no otros. Si queremos superar los sujetos modernos, debemos saber comer los alimentos, elegirlos y aumentarlos. La dietética es, pues, una ética, una política, una estética, un método, en última instancia, en su sentido profundo, la dietética es una cuestión existencial.

Michel Onfray dialoga con Foucault.

Michel Onfray escribe El vientre de los filósofos, su primer libro, donde describe y dialoga con los argumentos de algunos filósofos sobre los alimentos. Nosotros vamos a dialogar con Onfray. En la siguiente cita el filósofo anarquista dialoga con Foucault:

“La elección de un alimento se convierte en lo que realmente es: una lección existencial por la cual se tiene acceso a la constitución de sí (…) El régimen alimentario se transforma en “una categoría fundamental a través de la cual se puede pensar la conducta humana; caracteriza la manera en que se lleva la existencia, y permite fijar un conjunto de reglas para la conducta: un modo de problematización del comportamiento, que se hace en función de una naturaleza que es necesario preservar y a la cual es conveniente conformarse. El régimen es todo un arte de vivir”. Manera en que se lleva la existencia, sea, pero también manera de imaginar su cuerpo, de soñar el futuro, de combinar el alimento con la realidad en futurición. No hay dietética inocente. Informa sobre la voluntad de ser y de devenir, sobre las categorías arquetípicas de una vida, de un pensamiento, de un sistema y de una obra (…)  El arte de comer es el arte in fine. Foucault escribía: “La práctica del régimen como arte de vivir es […] toda una manera de constituirse como sujeto que tiene, por su cuerpo, un interés justo, necesario y suficiente”. Al unir la ética con la estética, la dietética se convierte en una ciencia de la subjetividad, Muestra que puede haber una ciencia de lo particular como rampa de acceso a lo universal. La alimentación como argumento perforador de la realidad. Es finalmente un rumbo para la construcción de sí mismo como una obra coherente” (p. 23).

Dietética ética y el placer.

La dietética es una cuestión existencial, pero también es una ética que piensa el cuerpo –su negación, por ejemplo, como en la ética de la liberación-; una política que sueña el futuro –que es utópica, mística, pero factible, posible-; una estética que crea el aura auténtica de sí mismo –porque somos lo que puede nuestro cuerpo y pensamiento, fundamentados por nuestros alimentos-. Por eso la dietética es “combinar el alimento con la realidad en futurición”. Los alimentos son el fundamento del nuevo modo de vida que queremos, deseamos y necesitamos, porque el modo de vida de la modernidad capitalista pone en peligro de muerte la diversidad cultural, todas las especies animales e incluso la madre Tierra. La dietética es la relación de la ética con la estética para dotar de sentido existencial a las culturas e historias particulares, en tanto que es su fundamento. Por eso la dietética también es una política, es decir, todo un sistema, un orden, un régimen como arte de vivir. La filosofía es necesariamente una dietética porque es una forma de vida. Esto significa que la creación o aparición de nuevos sujetos capaces de ser y hacer lo nuevo supone saber la dietética como arte de vivir, como parte fundamental del modo en cómo nos conducimos en la vida y nos relacionamos con los otros sujetos–humanos, animales, selvas, mares, bosques, la madre Tierra.

Dialogando con Diógenes, el cínico, que decía: “Elegiré como alimento […] aquello que pueda procurarme con mayor facilidad” (p. 29), Onfray - ¿nuestro cínico? -, dice: “La vida feliz en la tierra es posible si se evita lo inútil y el lujo” (p. 29). Por eso “la frugalidad es otro imperativo dietético” (p. 29). He aquí un problema para mí, acostumbrado por mi privilegio a comer mucho. Cuando como poco y termino el plato sin sentirme satisfecho es como si la vida no fuera del todo plena, como si algo me faltara para vivir bien. Porque encuentro en los alimentos un placer de la vida, comer mucho -que ciertamente es un lujo-, es parte del placer de existir. ¿Qué de lo que acostumbro a comer es inútil o un lujo? ¿Debo renunciar existencialmente a lo que me provoca placer? En parte así es, porque si tenemos conciencia ético-crítica responsable con los que sufren, con los que no pueden alimentarse o son explotados y humillados –como las especies animales que nos comemos-, actuar en consecuencia significa no participar de aquellas relaciones donde sujetos sean humillados, negados, oprimidos, etc.; esto quiere decir que si es necesario que abandone el placer que me provoca comer mucho, o ciertos alimentos, para que otros puedan alimentarse y reproducir sus vidas, entonces abandonaré ese placer producto de mi condición privilegiada. Lo que sea lo inútil y el lujo deben ser abandonados si tienen como fundamento relaciones de dominio, explotación, negación y humillación de sujetos, pero en la dietética ¿lo inútil y los lujos deben ser abandonados en sí mismos como condición de posibilidad de la felicidad? Tal opción existencial es propia de ingenuos ascetas. En cambio, lo que sea lo inútil y el lujo en el campo de la dietética, si provoca placer, satisfacción, gusto, y no es resultado de relaciones de dominio y explotación, entonces no sólo no hay que evitarlo, sino buscarlo, desearlo, porque la dietética como forma de vida estética también se fundamenta en el placer del cuerpo. Diógenes nos dice y nosotros suscribimos: “He comido y bebido esos alimentos viendo en ellos no ya una materia de ejercicio, sino materia de placer” (p. 30).

Diálogo con Rousseau y versos zapatistas.

Dialogando con Jean-Jacques Rousseau, Michel Onfray piensa que el filósofo suizo es un gastrófobo socialista y populista, pues argumenta como un típico plebeyo en materia de alimentación:

“el lujo de las ciudades y de los burgueses es el motivo de la pobreza del campo y de los campesinos: “Necesitamos jugos en nuestra cocina; por eso tanto enfermos carecen de caldo. Necesitamos licor en nuestra mesa; por eso el campesino sólo bebe agua. Necesitamos talco en nuestra peluca; por eso tantos pobres carecen de pan”. El lujo es el instrumento de la pauperización (…) El principio arquetípico del Discurso sobre las ciencias y las artes es que “todo lo que está más allá de la necesidad física es fuente del mal” (pp. 34-35).

La conciencia ético-crítica de Rousseau es impecable. En efecto, los lujos de las ciudades –territorios diseñados explícitamente para producir, reproducir y aumentar relaciones de dominio y explotación- son la causa de la negación, no-vida, no-justicia, del campo. Los campesinos, antaño mayoría de la humanidad, son portadores de relaciones comunitarias milenarias que sustentan la vida. Pero cuando inicio la edad moderna –que nosotros haciendo uso de nuestra razón ético-crítica podemos juzgar radicalmente como la edad de la miseria-, los campesinos poco a poco fueron negados, reprimidos, humillados, etc., por el nuevo orden vigente a través de largos siglos de dominación.  De esta manera, los campesinos son empobrecidos cuando son proletarizados en las ciudades, al ser subsumidos en las relaciones de dominio y explotación de la modernidad capitalista. El empobrecimiento que sufren los campesinos no sólo es formal –es decir, por el tipo de posición que ocupan en las relaciones sociales de la modernidad capitalista-, sino fundamentalmente material en el sentido de empobrecimiento o humillación de los contenidos culturales que sustentan sus vidas. Lxs grandes médicxs milenarios pasan a ser meros curanderxs; lxs grandes científicxs milenarios pasan a ser brujxs o adivinxs; lxs grandes artistas y sabixs pasan a ser meros artesanxs, etc. La humillación de sus culturas coincide con la expansión territorial que necesita la dinámica asesina del capital para producir, reproducir y aumentar su vida, porque si el capital no crece perece. Y a su paso arrasa no sólo con la diversidad cultural humillándola y empobreciéndola, sino que también arrasa con todas las especies animales e incluso la madre Tierra.

Recuerdo estos versos zapatistas:

“Lo más viejos de los viejos de nuestros pueblos nos hablaron palabras que venían de muy lejos, de cuando nuestras vidas no eran, de cuando nuestra voz era callada. Y caminaba la verdad en las palabras de los más viejos de los viejos de nuestro pueblo. Y aprendimos en sus palabras que la larga noche de dolor de nuestras gentes venia de las manos y palabras de los poderosos, que nuestra miseria era riqueza para unos cuantos,

que sobre los huesos y el polvo de nuestros antepasados y de nuestros hijos se construyó una casa para los poderosos,

y que a esa casa no podía entrar nuestro paso,

y que la abundancia de su mesa se llenaba can el vacío de nuestros estó­magos,

y que sus lujos eran paridos par nuestra pobreza,

y que la fuerza de sus techos y paredes se levantaba sobre la fragilidad de nuestros cuerpos,

y que la salud que llenaba sus espacios venia de la muerte nuestra,

y que la sabiduría que ahí vivía de nuestra ignorancia se nutría,

que la paz que la cobijaba era guerra para nuestras gentes

La gastrosofía.

Si somos lo que comemos, ¿qué significa alimentarnos de delicioso octli, neuctli y metl como nuestros antepasados? Por eso gusto tanto de lo que proviene del maíz, de los chiles, frijoles, aguacates; por eso disfruto tanto del mole negro y enchiladas verdes con queso gratinado acompañado de jugos de frutas o aguas frescas; por eso amo el delicioso octli, el chilate o el bupu bien hecho. Ahora en tiempos de pandemias mundiales extraño mucho el delicioso octli. Antes de la pandemia lo bebía todas las semanas con mis amigos, pero ahora es difícil conseguir por donde vivo. Alimentarnos de acuerdo a nuestras culturas e historias es poner nuestro espíritu con plenitud en relación a otras culturas e historias. Pero esto implica saber comer. ¿Cómo es la pedagógica de la dietética? ¿Cómo aprendemos a comer bien? Porque no es un asunto de que hoy comemos bien o durante dos meses comemos bien, sino que la dietética es saber comer a largo de toda la vida. Por eso la dietética, o la gastrosofía, es una sabiduría de la alimentación en tanto que modo de vida.

Dialogando con Charles Fourier, el poeta de la utopía, Michel Onfray habla de los gastrósofos:

“gastrósofo deberá ser un anciano: habrá pasado los ochenta años y habrá demostrado en diversas oportunidades su excelencia en los dominios que constituyen su disciplina (…) “Los gastrósofos […] son los médicos oficiosos de cada individuo, conservadores de su salud por la vía del placer: les va su amor propio en el hecho de que el pueblo, en cada Falange, sea famoso por su apetito y la abundancia de sus consumos” (…) el alimento debe ser agradable, liviano y capaz de mantener el deseo en su forma cíclica. La salud y el placer son los dos fines a los que apuntan sus acciones. Tratan de adaptar sensatamente las comidas a los temperamentos de los individuos” (p. 58).

Dice Michel Onfray que “Elegir el alimento es elaborar la propia esencia” (p. 71). Pero que “En realidad, no se elige el régimen alimentario: sólo se encuentra el que resulta más adecuado a las necesidades del propio organismo. La dietética es la aceptación del imperio de la necesidad por medio de la inteligencia: se trata de entender qué le conviene más al cuerpo y no elegir al azar, según criterios ignorantes de la necesidad corporal”. (p. 71). Vean la dialéctica negatividad/positividad de la dietética que comenta Onfray en dialogo con Nietzsche:

“¿Cómo proceder para transformar la necesidad en virtud? En primer lugar, estableciendo lo negativo, lo que no hay que hacer. A continuación se distinguirá lo positivo, lo que hay que hacer. La dietética negativa es la de la cantidad. La dietética positiva, la de la calidad (…) La dietética nietzscheana es una dinámica esencial de la fusión de la ética y la estética, una de las bellas artes cuya finalidad es el estilo de la voluntad. Es un auxiliar del ejercicio jubilatorio de sí mismo, o por lo menos, del esfuerzo hacia la alegría. Arte de sí mismo, conjuro de la necesidad, técnica de la inmanencia, vale como lógica teórica y como voluntad de ennoblecer el cuerpo mediante un estilo de vida noble. Con esto se moldea a Dionisio, mientras el Crucificado sigue oliendo a viejo. De la gaya ciencia” (pp. 72-78).

Dialéctica de la dietética.

Comer mucho es una dietética negativa, aunque me cause placer. La dietética negativa incluso es perversa si tiene como fundamento relaciones de dominio y explotación, como argumentamos antes. Pero si nuestra gastrosofía no tiene como fundamento relaciones de dominio y explotación, no necesariamente el lujo y la cantidad es negatividad en tanto que produce placer, gusto, plenitud, es decir, alguna positividad estética, existencial. Pero no dejo de tener un sentimiento de que este argumento mío es una maniobra retórica para justificar mis excesos. La dietética positiva es la de la calidad. Si deseamos que nuestras vidas, en tanto que capacidad del cuerpo para desplegarse en la realidad, sean vívidas, lucidas, fuertes y saludables, entonces nuestra gastrosofía debe ser una dietética de la calidad. Nuestros alimentos deben ser elegidos de acuerdo a la potencia y necesidades de nuestros cuerpos. Este método de la dietética positiva, de la gastrosofía de la calidad, debería garantizar el placer, el gusto y la plenitud que ofrecen la dietética negativa o de la cantidad. Pero esta dietética positiva es una práctica existencial, una forma de vida que debe cobrar sentido día a día en el presente en que vivimos. Pero bien presente, lucido, fuerte, saludable, porque alimentarnos –es decir, nutrir nuestras vidas para que nuestros cuerpos sean plenos y capaces de fundamentar nuestras culturas e historias-, carece de sentido como proyecto siempre futuro. O lo que es lo mismo: la dietética es una praxis diaria porque alimentarnos es una práctica diaria, impostergable por mucho tiempo. Somos fuertes, lucidos, saludables y plenos hoy mismo, no dentro de seis, treinta o cien años, sino hoy, porque ya comimos.

Por eso una dietética que tiene como fundamento relaciones de dominio y explotación es una necrodietética. Nuestros alimentos no pueden llegar a la mesa chorreando sangre. Que es lo que ocurre cuando nos alimentamos todos los días de mercancías producidas bajo relaciones en las que sujetos – personas, animales o la madre Tierra- son explotadxs, negadxs, oprimidxs o humilladxs. Ora porque se les considera meros objetos, meras cantidades, ora porque son resultado del despojo o destrucción de lo sagrado, como aguas, bosques, selvas, montañas, etc. Una dietética para la vida buena, fuerte, lucida, saludable, no puede tener como fundamento cotidiano alimentos que llegan a la mesa chorreando sangre. Por eso es necesario saber comer o la gastrosofía.

Conclusión: algunas preguntas fundamentales de la dietética.

¿Esto significa que es posible una dietética de la liberación? Una dietética de sujetos nuevos capaces de crear políticas, economías, epistemologías, etc., inéditas que fundamenten nuevos caminos para la vida; que no produzcan, reproduzcan y aumenten una y otra vez relaciones de dominio y explotación, que en la modernidad capitalista ponen en peligro la diversidad cultural, todas las especies animales e incluso la madre Tierra. Una dietética que no sea “eterno retorno de lo mismo” –como dicen los filósofos del centro-, pero tampoco una dietética ingenuamente “revolucionaria” que pretenda inaugurar artes culinarios jamás imaginados en un par de años, porque como argumentamos, la dietética es una forma de vida. En cambio, una dietética de la liberación genuinamente revolucionaria pone las condiciones de posibilidad, de acuerdo a nuestras culturas e historias, para crear veredas y maneras de caminar la vida hasta ahora no andadas, exploradas, imaginadas.

En la época nuestra en que aparecen pandemias mundiales capaces de parar en seco la dinámica voraz de la modernidad capitalista, saber comer o la gastrosofía se convierte en un asunto fundamental si queremos curarnos de la enfermedad, que no es tanto un virus –sea éste resultado de una legítima defensa de la madre Tierra hacia la humanidad o producto perverso de imperios miserables para hacer valer relaciones de dominio y explotación políticas, económicas, tecnológicas, etc.,-, sino la dinámica autófaga de la misma modernidad capitalista. Pero ahora es una enfermedad que enferma a todos los pueblos y personas que desplegaban sus vidas en la dinámica de ésta, replegándolos a sus casas en la espera de cierta seguridad –que es siempre la seguridad que ofrece el orden de dominación-, u obligándolos estructuralmente, en tanto que sistema, a poner en peligro sus vidas si salen a trabajar para poder comer. Por eso, ¿qué debemos en nuestra dietética para evitar nutrir la enfermedad?

¿Cuáles son las preguntas fundamentales de la dietética? Propongo tres que en parte he tratado de argumentar aquí: ¿Qué significa alimentación? Pero no sólo en biología o nutrición, sino filosófico-antropológicamente; ¿Qué debemos comer? Porque los alimentos tienen implicaciones éticas, políticas, médicas, estéticas, existenciales. ¿Qué implica para nuestro presente, pasado y futuro nuestras culturas e historias culinarias? Lo que sea nuestro presente y futuro tienen como fundamento el reconocimiento y respeto de nuestras culturas e historias, nuestra dietética. Otras preguntas gastrósofas pueden tener gigantesca potencia: ¿Qué es lo sagrado en la dietética? ¿Cuál es la relación entre la dietética y las relaciones sexuales? E incluso podemos reconsiderar la pregunta milenaria: ¿Cómo es la relación entre los tiempos, las tierras, las tecnologías y el cosmos, con la dietética?

Onfray, Michel, El vientre de los filósofos. Crítica de la razón dietética, Libros Perfil S.A, Buenos Aires, 1999.

@HaileEspino

hailecosmos@gmail.com

Seguir leyendo La dietética
Compartir en:    Facebook Twitter Google+

16 de julio de 2018

Viajero en la sierra


La camioneta tipo van se detuvo poco más delante de nosotros. “Espero que no sea un loco” –dijo mi amiga. Yo me acerqué y le dije que si nos podía llevar, que íbamos a Oaxaca centro. Pero el hombre sólo nos miraba. “¿Para dónde vas, amigo? Nosotros queremos ir al centro de Oaxaca” –dijo mi amiga. El hombre sólo decía “ok” e hizo una seña de que nos subiéramos. Mi amiga se subió adelante con el buen hombre y yo atrás. Los asientos estaban ocupados con un montón de ropa, una malata, platos, cobijas... “Gracias amigo, me llamo Haile” –dije y le estiré la mano. “John” –contestó, sin estrechar mi mano. En el piso de la camioneta pude ver un pasaporte. El hombre no hablaba español, así que intenté hablarle en inglés. “¿Where do you go?” –pregunté, sin saber si estaba formulando bien la pregunta. “(…) pacific” –alcancé a entender. “Creo que va a recorrer toda la costa del pacifico, se nota que está viajando” –dijo mi amiga. “Ah, y ¿where you from?” –pregunté. “From Canadá. I (…) chicago (…) california, and now México” –alcancé a entender.


     “Habría sido una locura intentar caminar todo esto. ¿Ya viste cuanto llevamos? Y creímos que el próximo pueblo no estaba tan lejos” –le dije a mi amiga luego de treinta minutos subiendo la sierra oaxaqueña. John se detuvo, tomó una bolsa que estaba junto a mí y de ella sacó tabaco. Se empezó a forjar un cigarrillo. Entonces, en español intentó explicarnos que llevaba mucho tiempo conduciendo y que ya estaba cansado. “Yo manejo” –dijo mi amiga. John aceptó e intercambiaron lugares. Le presto mi trola a John para encender el cigarrillo. Voltea a verme y me dice: “¿Sabe manejar?” “Sí, claro que sabe hacerlo” –contesto. Mi amiga sólo pide un par de indicaciones para conocer el carro, que si cuál es el freno, que si cuál el clutch. “¿Puedes hacerlo?” –le pregunto. Y me dice que sí, que es la primera vez que conduce por la sierra oaxaqueña y que era algo que hace mucho que quería hacer. “Me voy a ir despacio, ¿está bien?” –pregunta mi amiga. Pero yo respondo como si me hubiera preguntado a mí. “She will drive slow” –digo con mi mejor inglés. “Va a conducir lento, ¿it´s ok?” “Yes” –contesta John y fuma de su cigarrillo. Cinco minutos después se duerme y mi amiga me cuenta su emoción por estar conduciendo esa carretera.


     Contemplo por la ventana la sierra tan verde, cubierta de niebla. Imagino a los animales y a las personas que viven por aquí, su modo de vida, sus alimentos, sus diversiones y pasiones, sus problemas y sus sueños. ¿Qué hago aquí?, me pregunto. No me pregunto cómo llegué aquí, pues era obvio que estaba caminado por la carretera sin saber a dónde estaba a punto de meterme. Tampoco me pregunto para qué estoy aquí, tal vez porque si no sé cómo llegué hasta aquí, menos voy a saber para qué estoy aquí. Ciertamente no estoy aquí para nada, no tengo ningún trabajo que hacer, estoy de paso, soy un viajero, nada más. Pero sí puedo preguntarme qué hago aquí, no sólo como actividad sino también como duda existencial. 

     Por lo pronto, me abruma la belleza de la sierra. La miro y me sonrojo y me rio. Me pego a la ventana, sacudo mi cabeza para despertar mi atención, abro todo lo que puedo mis ojos como queriendo no perderme nada, ni un momento. Una sensación de energía sacude mi cuerpo. Luego, se escapan lágrimas de mis ojos. Pienso: “en este momento y en este espacio la vida es plena, estoy gozando estar vivo”. No dejo de contemplar la sierra, los arboles de la carretera, las pocas personas. Soy un viajero que busca paisajes y experiencias sublimes, eso hago aquí, pero sin saber que aquí encontraría uno. Pienso: “sería perfecto que en todo momento y espacio pudiera mantener el estado en el que me encuentro ahorita”.


     Desde antes de aquel viaje lo sabía, pero en ese momento lo entendí. Desde entonces viajo por muchas causas y en busca de muchas cosas, pero sobre todo me interesan los paisajes. Busco paisajes porque me producen placer. Puedo viajar sin causa alguna y sin andar buscando algo, y estoy seguro que en mi camino encontraré un paisaje sublime que desborde mi entendimiento y me regocije en placer. Como la sierra, tan verde cubierta de niebla. Hay más cosas en el mundo por las cuales vale la pena existir, viajar, sentir, pensar. Pero como viajero espontáneo de lugares del mundo, el placer, el goce y la alegría que me producen los paisajes sublimes lo valen todo. Es esos momentos, vale la pena vivir.
Seguir leyendo Viajero en la sierra
Compartir en:    Facebook Twitter Google+

29 de junio de 2018

30 de abril de 2018

Conversaciones con Haile, el otro (7)


Cuando Haile despertó era de noche y había luna llena. Había bebido tanto posh que le costaba trabajo recordar cómo terminó acostado debajo de una banca en la calle. Tenía todas sus cosas: dinero, teléfono, mochila, drogas. Y revisando su teléfono comenzó a recordar. “No me he olvidado de ti”, decía un mensaje. “Te amo, adiós”, decía otro. “Amor, te extraño”, decía uno más.


-Una de las cosas que te motivaba a escribir ha dejado de cautivarte –espetó Haile, el otro, mientras le estiraba la mano para ayudarlo a pararse-. Ahora con la distancia, ¿sabes qué pasó?


-No sé. Y no sé si haya dejado de cautivarme… No sé por qué ni de qué estaba totalmente cautivado. Pero ya no lo siento. Y, ¿sabes? Quiero sentirlo otra vez. Porque me siento vacío, no sin propósito, más bien cómo si necesitase estar cautivado por algo o por alguien para andar esplendido en la vida.


- ¿No estás enamorado? –cuando Haile, el otro, hizo esa pregunta, Haile buscó en su mochila la mota.


     Se forjó un porro en silencio, para nada nervioso.


-Hace unos meses que terminé de una vez por todas con “la mujer”, porque hasta ahora sólo ha habido una mujer –comenzó a decir Haile mientras se prendía el toque-. Recuerdo muy bien cuando estaba perdidamente enamorado de ella, no hacía más que imaginarme una vida a su lado. Pero al cabo del tiempo el momento clásico de la relación pasó y comenzó su declive en agresiones hasta culminar en violencia, no sin antes pasar por la locura que mal soporte durante mucho tiempo. En su momento clásico andaba esplendido, nada me faltaba y quería todo.


-Qué bueno que te alejaste de ella –dijo Haile, el otro, cuando Haile le pasó el porro-. Ahora, cuéntame de Ariadna. Ya no intentas nada, ni verla en persona ni hablar con ella…


-No –interrumpió Haile-. Ella es la representación de esta cosa extraña que necesito otra vez. Cuando estaba cautivado, ¿era por ella? Creo que no, porque ni si quiera la conocía. ¿Cómo puedo estar enamorado de lo que no conozco? Ella me pareció hermosa desde la primera vez que la vi y me motivó para un montón de cosas. Pero ahora no entiendo por qué no me cautiva más. Creo -y esto puedo decirlo gracias a la distancia, querido amigo- que no era tanto ella, sino mis deseos de una mujer compañera perfecta que me apoyara en todo, le gustara todo y fuera todo. Estaba buscando eso con tanto ímpetu que lo proyecté en una chica, pero jamás lo encontré. Es, pues, “la mujer imaginaria”, como los versos del poeta.


-Entonces, permíteme el atrevimiento de llamar a esto “amor” –comenzó a decir Haile, el otro-. La plenitud, el goce, la inspiración. Pero, ¡¿por qué has dejado de escribir, de participar, de querer?! –preguntaba subiendo el tono de su voz-. Has abandonado la filosofía, has abandonado la pasión intelectual, los debates, la provocación. ¿Por qué? ¿Qué eres ahora?


-No cumplo expectativas, no hay nada de raro en eso. No cumplo ni las expectativas que tengo de mí mismo. Ya no sé quién soy, ni qué quiero.


-Estás enamorado? –preguntó Haile, el otro-.


-También la extraño, amigo. Pero me falta mucho, en verdad mucho, para ser pleno. ¿Por qué?


-Porque has cambiado mucho. Yo mismo casi no te reconozco. Conócete bien, otra vez, para componer tu camino y volverte a enamorar como en los viejos tiempos. Creo sentir tu corazón, querido amigo, y todavía no te das cuenta de lo que ahora eres. No tengas miedo, que para conocerte debes seguir viviendo.
hailecontubernio@gmail.com
Seguir leyendo Conversaciones con Haile, el otro (7)
Compartir en:    Facebook Twitter Google+