26 de mayo de 2020

Sobre la Apología de Sócrates


Primera parte.

Escúchalo de mi propia voz:

Mis comentarios a la Apología de Sócrates no son ni pretender ser acabados o dignos de mayor consideración que los de otros comentadores. En cambio, son comentarios muy libres de acuerdo a mi cultura e historia, más bien propios de quien disfruta de la filosofía porque desea vivir con sabiduría. Por eso, mi propósito no es otro que tratar de comprender las realidades, a mí mismo, y dialogar con otras personas que, como yo, tengan apertura a la nuevo, inédito, no caminado, para andar sobre nuevas veredas de la vida y juntxs mejorarnos, perfeccionarnos, hacia lo que sea la sabiduría.

¿Cómo sabes que sabes?

17a. No sé, querido lector, si sea relevante hacer notar que el primer libro de Platón comience con un “no sé”. “No sé, atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores”. No sé la sensación que experimenta el otro. Me recuerda a un dialogo chino del libro de Zhuangzi acerca de la dicha de los peces, que dice más o menos así: Estaban Zhuangzi y Huizi caminando por el puente que cruza el río Hao, cuando Zhuangzi le dice a Huizi: “Mira cómo saltan los peces, ésta es su felicidad”. A lo que Huizi le pregunta: “Si tú no eres un pez, ¿cómo sabes que los peces son felices?”. Zhuangzi responde: “Y si tú no eres yo, ¿cómo sabes que no sé que los peces son felices?”. Y Huizi replica: “Si yo, no siendo tú, no puedo saber que los peces son felices, se desprende de ese mismo hecho que tú, no siendo un pez, no puedes saber que son felices”. El dialogo termina confuso con la respuesta a esta última objeción aludiendo a que Huizi, al preguntar cómo sabe que Zhuangzi sabe que los peces son felices, implica que ya sabe que Zhuangzi sabe. “Me preguntabas cómo sé que los peces son felices, pero al preguntarme esto ya sabías que lo sé. Lo sé justo aquí sobre el Hao”. Ciertamente, Huizi pregunta a Zhuangzi cómo sabe que sabe, es decir, pregunta cuál es el fundamento de su saber. Mientras que Zhuangzi parece pensar que la pregunta implica que Huizi no está poniendo en duda que Zhuangzi sabe, sino sólo preguntando cómo sabe que sabe. Entonces, cuando dice “lo sé justo aquí sobre el Hao”, parece decir que es algo que Zhuangzi experimenta. Por lo tanto, para que Huizi sepa cómo sabe Zhuangzi que sabe, Huizi necesitaría experimentar lo que Zhuangzi, o, en todo caso, ser el otro que afirma que sabe, lo cual es empíricamente imposible, pues parece que sólo se puede tener una aproximación a la experiencia del otro.

La justicia no es lo mismo que la ley.

17d-18a. “En efecto, la situación es ésta. Ahora, por primera vez, comparezco ante un tribunal a mis setenta años. Simplemente, soy ajeno al modo de expresarse aquí”. El modo de expresarse de Sócrates es ajeno al modo en que se expresan en un tribunal, pero esto no quiere decir que no pueda enunciar el mundo y decir la verdad. “(..) también ahora os pido como algo justo, según me parece a mí, que me permitáis mi manera de expresarme –quizá podría ser peor, quizá mejor- y consideréis y pongáis atención solamente a si digo cosas justas o no. Éste es el deber del juez, el del orador, decir la verdad” (18a). Se nos aparece una tensión entre la manera de expresarse propia de los tribunales donde supuestamente se imparte justicia, y la manera de expresarse de una persona común acusada de algo que es la primera vez que comparece ante un tribunal. El lenguaje del derecho que ha sido formulado para hacer justicia puede no ser manejado por el que la necesita. Esto significa que no hay una participación simétrica de todos los involucrados en la formulación de las leyes que van a regir una comunidad. ¿Quiénes diseñaron la ley? ¿Qué justicia para cuáles sujetos? ¿Qué pasa cuando alguien que necesita justicia no puede expresarse en el lenguaje creado para solicitarla? Por eso, los jueces deben poner atención en lo que es “justo”, no en lo que es “legal”. Además, en los tiempos nuestros, sabemos porque lo sufrimos, que las leyes han sido diseñadas para amparar el modo de vida de la modernidad capitalista, que es un modo de vida autófaga desplegada a partir de la negación, represión, humillación y destrucción de otros modos de vida. Es decir, para nos-otros las leyes están diseñadas para hacer aparecer como justo relaciones de dominio y explotación, tanto de las culturas e historias diversas como de las especies animales e incuso la madre Tierra.

Sócrates niega las acusaciones.

19b-19e. “Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil y al enseñar estas mismas cosas a otros”. ¿No vemos aquí lo represora que es la sociedad de su tiempo? Sócrates, sin embargo, lo niega: “Pero no hay nada de esto, y si habéis oído a alguien decir que yo intento educar a los hombres y que cobro dinero, tampoco esto es verdad” (19e). Sócrates no pretender enseñar ni cobra dinero por dejarse escuchar. ¿Por qué? Parece que pretende hacer una distinción entre él –filósofo- y los sofistas, una tradición intelectual cuya caracterización platónica resulta un tanto injusta. Sócrates no investiga sobre cosas subterráneas y celestes, ni enseña, ni es un retórico, mucho menos cobra por dejarse escuchar. En cambio, la retórica y cobrar por la enseñanza es algo que hacen los sofistas.

¿Qué significa ser humano?

20a-20b. Calias es un rico ateniense -veinte años más joven que Sócrates- que pagó mucho dinero a los sofistas por educar a sus hijos. Sócrates le pregunta (20b): “si tus dos hijos fueran potros o becerros, tendríamos que tomar un cuidador de ellos y pagarle; éste debería hacerlos aptos y buenos en la condición natural que les es propia, y sería un conocedor de los caballos o un agricultor. Pero, puesto que son hombres, ¿qué cuidador tienes la intención de tomar? ¿Quién es conocedor de esta clase de perfección, de la humana y política? Pues pienso que tú lo tienes averiguado por tener dos hijos. ¿Hay alguno o no?”. ¿Quién es conocedor de la perfección humana? Entonces, ¿quién puede enseñar? ¿Cuál es la esencia del humano? Muchos han tratado de responder esta pregunta fundamental. Por lo pronto, aquí vamos a suponer que los humanos somos diversos, que la diversidad de las personas y culturas es la naturaleza humana. Por eso tal vez no puede haber un solo gran maestro, porque nuestras vidas no se reducen a una actividad. Incluso si nuestras vidas están limitadas a una serie de actividades y éstas las realicemos de manera excelente, no podemos afirmar que tal excelencia sea aplicable al conjunto de cosas que realizamos en comunidad. Es decir, no somos excelentes en todo. Nadie posee tal perfección porque no se puede abarcar la totalidad de las experiencias. Si esto es así, entonces el conocedor de la perfección humana y política de la que habla Sócrates no es un maestro singular, sino la comunidad de sujetos –personas, animales, la madre Tierra- con los que compartimos la vida. Todos somos ejemplo de todos. Si pensamos ¿qué es lo humano? Diríamos: la vida comunitaria, en el sentido que acabamos de dar. Porque el humano no puede vivir si no es en comunidad con otros seres humanos, especies animales y la pacha que complementan su existencia. Por ello la vida plena en comunidad es lo más perfecto del humano, y tal cosa no puede ser enseñada por maestros específicos porque no se pueden abarcar la totalidad de las experiencias. De ahí que el modo de saber qué es la humanidad o la vida misma, sea precisamente siendo humanos, viviendo, porque lo que sea saber vivir no es una mera información o conocimiento, sino una práctica, una sabiduría. Los maestros pueden ser ejemplos a seguir por antonomasia, pero con la distancia crítica necesaria para recordar que, como todos, pueden equivocarse. Por eso vamos construyendo la perfección humana entre todos, siendo ejemplos uno de los otros, de lo que sea la vida plena en comunidad, porque ésta es la que nos hace humanos. Y puesto que existen distintos modos de comunidad, un maestro que enseña la supuesta perfección de tal o cual forma de la política en una comunidad dada, no puede ser maestro de la misma perfección política en otra comunidad que no es la propia, porque la cultura y la historia puede ser radicalmente distintas. De tal manera que, buscando lo que nos es común, debemos atender a las formas y a los contenidos que afirman las vidas particulares de las diversas comunidades, pero no imponer <<desde una comunidad>> la “perfección humana y política”, como si este lugar de enunciación expresase la esencia de los contenidos de lo humano y lo político. Tal vez por esto Sócrates sabe que no sabe cuál es la perfección humana y de la política.

Saber que no se sabe y Pierre Hadot.

21a. Querefonte, buen amigo de Sócrates[1], fue a Delfos[2] y preguntó al oráculo si acaso había alguien más sabio que Sócrates. La Pitia respondió que nadie era más sabio[3]. ¿Qué quiere decir que nadie es más sabio que Sócrates?

21b. Él sabe que no es sabio: “Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho”. Y, por otra parte, el oráculo no puede mentir. “¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito”. Sócrates no acepta acríticamente la afirmación, sino que se dispone a investigar para verificarla en la experiencia. El hecho de que él no entendiera y se pusiera a investigar, ¿no parece ésta la acusación de que investiga las cosas subterráneas y celestes? Sócrates sabe que no es sabio, entonces ¿está dudando del oráculo, está dudando de la tradición?: “Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea de que, si en alguna parte era posible, allí refutaría el vaticinio y demostraría al oráculo: <<Éste es más sabio que yo y tú decías que lo era yo>>”.

21d. Sócrates procede a demostrarle a un político si es sabio o no, a lo que parece concluir que no lo es. Pero, ¿en qué consistió la demostración? Pertenece a nuestra imaginación, porque no está descrito. Lo único que sabemos de este político es que muchas personas creen que ese hombre es sabio, por eso Sócrates acudió con él. Después Sócrates razonaba a solas que él es más sabio que aquél, porque, aunque ni uno ni otro supiera algo de valor, “este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber”. ¿Qué habría pasado si Sócrates en lugar de razonar a solas se ponía a razonar en diálogo con un amigo sobre que él es más sabio que aquel político? Es decir, imaginemos un diálogo sobre saber que no se sabe. Mi dialogo con Sócrates sería, por ejemplo: “dado que para la comunidad él es digno de alguna sabiduría porque algo sabe hacer -en este caso, algo del campo de la política-, ¿no piensas que esté fundada la creencia de este político sobre que sabe? Pero, bueno, si demostraste que él sólo cree saber, pero no sabe, y tú admites que tampoco sabes, pero no crees saberlo, eso te hace más humilde, pero ¿por qué más sabio?”. Y tal vez Sócrates me habría respondido: “Sobre lo primero, ¿tú piensas que es necesariamente verdad lo que la mayoría cree que es la verdad? Si sí, entonces la vida no vale la pena vivirla, porque una vida sin examen de la realidad no es vida. Sobre lo segundo, de por qué soy más sabio si tampoco sé, pero no creo saberlo, es porque sé que no sé, amigo mío”. El asunto no es creer que se sabe, sino saber que no se sabe. Es una especie de escepticismo que al menos encuentra una certeza: sé que no sé. Y si el filósofo se apoya en este fundamento, puede comenzar a construir saber y no sólo creencia de saber. Pienso que el cuestionamiento de la tradición que legítima el saber es un punto de partida metodológico, porque saber que no se sabe y poner en duda lo que se cree saber, abre caminos para buscar una sabiduría más adecuada y perfecta[4].

El perro y desear sabiduría.

21e. El cuestionamiento de lo establecido acarrea enemistades. “Después de esto, iba yo uno tras otro, sintiéndome disgustado y temiendo que me ganaba enemistades”. La enemistad no es del todo buena para la vida comunitaria. Pienso que lo mejor sería una comunidad que aceptase la constante puesta en cuestión de los saberes. Pero bueno, sin importar las enemistades Sócrates le da mayor importancia al dios Apolo, a su misión, es respetuoso de la religión, aunque sabe que no sabe y ponga todo en duda.

22a. “Y, por el perro, atenienses –pues preciso decir la verdad ante vosotros- “. ¿Por el perro? ¿Quién es “el perro”? Si por “el perro” dice la verdad, “el perro” debe ser algo con mucho valor o sagrado. O tal vez “el perro” es alguien que siempre dice la verdad (¿Diógenes?). O tal vez está siendo sarcástico, y por “el perro” les va a decir la verdad. No sé, pero me resulta interesante encontrar una relación entre un perro y decir la verdad.

22d. Después de despacharse a los políticos y a los poetas, Sócrates se dirige con los artesanos, pero se da cuenta que éstos incurrían en el mismo error que los poetas: “por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría”. En efecto, no porque realicemos bien algo, debemos sentirnos sabios en todas las cosas. Tal error vela la sabiduría. Por esta razón decía yo que todos somos ejemplo de todos. Sin embargo, dice Sócrates: “De modo que me preguntaba yo mismo, en nombre del oráculo, si prefería estar así, como estoy, no siendo sabio en la sabiduría de aquellos ni ignorante en su ignorancia, o tener estas dos cosas que ellos tienen. Así pues, me contesté a mí mismo y al oráculo que era ventajoso para mí estar como estoy”. ¿Por qué será ventajoso no ser sabio en la sabiduría de los artesanos o de los políticos cuando se reconoce que tienen alguna sabiduría? Pienso que si encontramos algo que podemos aprender de una persona hay que hacerlo, porque en el proceso dejaremos de ser completamente ignorantes y al menos podremos saber algo que otros hacen adecuadamente. Ser sabios de la sabiduría del otro no implica también ser ignorantes de su ignorancia.

Aceptar la verdad.

23a. “A casusa de esta investigación, atenienses, me he creado muchas enemistades, muy duras y pesadas, de tal modo que de ellas han surgido muchas tergiversaciones y el renombre este de que soy sabio. En efecto, en cada ocasión los presentes creen que yo soy sabio respecto a aquello que refuto a otro” Aquí hay una nota del traductor al píe de página que dice: “Sócrates desea aclarar la diferencia entre conocer la verdad y conocer lo que no es verdad”. Es decir, si Sócrates refuta algo en un dialogo, esto no quiere decir que sea sabio con respecto a aquello que refuta, sino que sólo demuestra que lo que se cree verdadero no es tal. De lo que se tratará ahora es de emprender la búsqueda de la verdad. La duda y la crítica de la tradición de una comunidad tiene como efecto negativo la enemistad, incluso el destierro, del filósofo. Pero la filosofía, si es una forma de vida –que es-, entonces implica que la praxis del filósofo es tanto prudente como radical, para poder vivir en comunidad, pero criticándola.

24a-24d. Podemos hacer una analogía de lo que dice Sócrates con lo que ocurre con el resto de cosas que pueden investigarse. Dice Sócrates: “De manera que, como decía yo al principio, me causaría extrañeza que yo fuera capaz de arrancar de vosotros, en tan escaso tiempo, esta falsa imagen que ha tomado tanto cuerpo”. De la misma manera, la refutación de las creencias o supuestos saberes resultan difíciles de aceptar a las personas que llevamos arraigado algún error por tanto tiempo. A veces, ni siquiera la puesta en marcha de años de estudio pueden arrancar de raíz los falsos saberes o creencias que tenemos sobre las cosas. Los discursos y la vida filosófica deben ser capaces de hacer la puesta en cuestión de las certezas sobre las cuales se sostienen los mundos, sobre todo si estos han devenido en ordenes injustos y de dominación. Ahora bien, aquí hay una afirmación que se refiere a la verdad: “Sin embargo, sé casi con certeza que con estas palabras me consigo enemistades, lo cual es también una prueba de que digo la verdad, y que es ésta la mala fama mía y que éstas son sus causas. Si investigáis esto ahora o en otra ocasión, confirmaréis que es así” (24d). Sócrates dice la verdad, por eso no importa cuándo se investigue este asunto, porque si es la verdad se puede confirmar cuando sea. Cuando algo es verdadero no cambia a través del tiempo. Pero en los asuntos humanos, cuando se expone la verdad, ésta provoca enemistades o mala fama, porque rompe con lo aceptado.

Quiero corromper a los más jóvenes.

24d-25b. Acusación jurada contra Sócrates: “Sócrates delinque corrompiendo a los jóvenes y no creyendo en los dioses en los que la ciudad cree, sino en otras divinidades nuevas”. Por mi parte, considero que creer en divinidades nuevas es algo saludable si de lo que se trata es hacer dudar al otro, ayudarnos y perfeccionarnos, de poner en cuestión las certezas sobre las cuales se erigió la ciudad que ahora acusa al maestro. Sócrates dice que Meleto simula esforzarse e inquietarse por cosas que jamás le han preocupado. El maestro pregunta a Meleto: “¿no es cierto que consideras de la mayor importancia que los jóvenes sean lo mejor posible? ´Yo sí´. Ea, di entonces a éstos quién los hace mejores. Pues es evidente que lo sabes, puesto que te preocupa”. Meleto dice que las leyes, los jueces y todos los atenienses son los que hacen mejores a los jóvenes, excepto Sócrates. El maestro, entonces, emprende la siguiente argumentación: ¿todos los hombres son capaces de hacer mejores a los caballos y uno sólo el que los resabia, o son muy pocos, los cuidadores de caballos, capaces de hacerlos mejores mientras que la mayoría, si trata con ellos y los utilizan, los echan a perder?  “Sería, en efecto, una gran suerte para los jóvenes si uno solo los corrompe y los demás les ayudan” (25b).

25e. Si Sócrates corrompe voluntariamente, es decir, si es su voluntad hacer malvado a alguien, y si los malos hacen daño a los que están a su lado, entonces Sócrates busca hacerse daño. Como esto no puede ser, Meleto miente. Y si los corrompe, pues es involuntario y se le debe enseñar y reprenderle. En cambio, llevan al maestro al tribunal para castigarle y no para enseñarle.

Enemistades y la vida justa.

28b. “Lo que yo decía antes, a saber, que se ha producido gran enemistad hacia mí por parte de muchos, sabed bien que es verdad. (…) Es lo que ya ha condenado a otros muchos hombres buenos y los seguirá condenando. No hay que esperar que se detenga en mí”. Es interesante que lo que realmente condena a Sócrates sea la enemistad, la calumnia y la envidia de muchos, es decir, la comunidad. En efecto, la verdadera condena es la enemistad de la comunidad que no ve al maestro con buenos ojos y no lo consideran su amigo. La auténtica condena pasa por las relaciones intersubjetivas de la comunidad. Lejos de estar desobedeciendo las leyes, la puesta en cuestión de los saberes de la comunidad es el fundamento de su condena. Pero, ¿cómo podría el maestro evitarlo? Da la vida por la comunidad, pero ésta no se da cuenta. Su ocupación es ser justo: “Quizá alguien diga: << ¿No te da vergüenza, Sócrates, haberte dedicado a una ocupación tal por la que ahora corres peligro de morir?>>. A éste, yo, a mi vez, le diría unas palabras justas: <<No tienes razón, amigo, si crees que un hombre que sea de algún provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o morir, sino el examinar solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno o de un hombre malo>>”. ¿Acaso el criterio para saber qué es lo justo y lo bueno es las obras que uno hace por el bien de toda la comunidad? “Pues la verdad es lo que voy a decir, atenienses. En el puesto en el que uno se coloca porque considera que es el mejor, o en el que es colocado por un superior, allí debe, según creo, permanecer y arriesgarse sin tener en cuenta ni la muerte ni cosa alguna, más que la deshonra. En efecto, atenienses, obraría yo indignamente, si, (…) al ordenarme el dios, según he creído y aceptado, que debo vivir filosofando y examinándome a mí mismo y a los demás, abandonara mi puesto por temor a la muerte o a cualquier otra cosa”. De cierta manera, obedecer al dios es obedecer a la comunidad que a través del oráculo pone a Sócrates en el lugar que se considera es el mejor. Pero obedecer al dios en este caso supone cuestionar a la comunidad; lo que ante la incomprensión de ésta y del mismo Sócrates sobre aquello que significa que nadie es más sabio que él, que “es el más sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría” (23b); la incomprensión de lo que quiere decir el dios y la investigación de Sócrates al respecto condena al maestro ante la comunidad a la cual se debe y por la cual se juega la vida.

Segunda parte.

Temer a la muerte es creer que uno sabe lo que no sabe. Por eso la más reprochable de las ignorancias es la de creer saber lo que no se sabe.

29a-29b. “En efecto, atenienses, temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero le temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males”. Si no sabemos qué es la muerte no tiene sentido temerle, porque no sé si sea un mal o por el contrario un bien. Ser ignorante en este asunto no es un mal. Es muy difícil tener la certeza de qué es la muerte, haría falta que uno muera, porque cuando el otro muere no puedo explicar en qué consiste, decimos, no puedo conocer la experiencia del otro. “Sin embargo, ¿cómo no va a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? (…) Pero sí sé que es malo y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En comparación con los males que sé que son males, jamás temeré ni evitaré lo que no sé si es incluso un bien. ” (29b).

La filosofía como forma de vida.

29d. Mientras Sócrates esté vivo va a filosofar o, en otras palabras, la filosofía es una forma de vida. Por lo tanto, a cuanto ateniense vaya encontrando, exhortará y dirá: “¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?” Preocuparse por nuestra inteligencia, la verdad y hacer lo mejor posible nuestras almas por sobre la riqueza, la fama y los honores, ¿en esto consiste vivir de manera filosófica? Sócrates se ocupa de llevar este cuestionamiento a cada uno de los atenienses porque supone la mejora no de unos cuantos alumnos, sino de toda la comunidad que tras cuestionarse a sí misma buscará ser lo mejor posible. Me imaginé a Spinoza leyendo esto. Con los cuestionamientos socráticos la comunidad ateniense reformara su entendimiento. Nosotros los mexicanos, nosotros los latinoamericanos, nosotros los nativos de Abya Yala necesitamos más que una reforma de nuestro entendimiento, necesitamos una revolución de nuestra cosmovisión para ir más allá de la modernidad y del capitalismo. ¿Cuál es nuestra filosofía? ¿Quién es nuestro Sócrates?

30a. “(…) voy a interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha adquirido la virtud y dice que sí, le reprocharé (…) Haré esto con todo el que me encuentre, joven o viejo, forastero o ciudadano, y más con los ciudadanos por cuanto más próximos estáis a mí por origen. Pues, esto manda el dios, sabedlo bien, y yo creo que todavía no os ha surgido mayor bien en la ciudad que mi servicio a dios”. ¿Qué es la virtud? ¿Acaso ocuparse del alma lo mejor posible? Ni de los cuerpos ni de los bienes, antes ni con tanto afán, que del alma, porque “No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos”.  Pero, me parece a mí, ocuparse de lo que Sócrates llama alma supone al mismo tiempo ocuparse del cuerpo, porque no son contrapuestos ni pueden ir separados. Una característica del cuerpo es que a través de sus sentidos conocemos el mundo. El alma por sí, de suyo, ¿puede conocer el mundo? Diríamos que sí, si el alma es el entendimiento puro, que puede conocer, por ejemplo, el orden matemático. Pero cuerpo y alma se complementan. Ahora bien, entiendo que de la virtud obtenemos la riqueza y los bienes otros –honor. fama, etcétera-, pero ¿estas riquezas y bienes otros son una consecuencia deseada? En todo caso, una persona virtuosa podría aspirar legítimamente a tener dichos bienes, pero de la virtud no se deduce desearlos. Como corolario de ocuparnos de ser virtuosos resulta desear una comunidad virtuosa. Mejorar el cuerpo-alma propio implica mejorarlo con el cuerpo-alma de otros, escuchando, aprendiendo, senti-pensando, porque el otro soy yo y todos somos ejemplo de todos.

Filosofar para ir más allá del patriarcado moderno capitalista.

30c. “Sabed bien que si me condenáis a muerte, siendo yo cual digo que soy, no me dañaréis a mí más que a vosotros mismos”. Cuando la ley condena a muerte a un hombre justo, ésta deviene injusta. Ahora habría que cambiar o a los jueces o las mismas leyes, porque pretendiendo hacer justicia han condenado al justo. Además, se condena a muerte al hombre que estaba realizando la reforma del entendimiento de los atenienses, sujeto por sujeto, cara-a-cara, es decir, se condena al hombre que presta el mejor servicio posible a la comunidad. Entonces, la comunidad que condena al justo no hace sino condenarse a sí misma. ¿Quién exhortará a los atenienses a ocuparse de hacer cada vez mejor el alma propia? De tal manera, resulta que Sócrates no está haciendo una defensa a su favor, sino a favor de la comunidad.

31d. ¿Por qué Sócrates hace filosofía cara-a-cara, yendo de un lugar a otro, “privadamente”, y no en “público” desde la tribuna del pueblo? El maestro respondería que es porque afirma la vida, tanto pública como privada. Dice: “En efecto, saben bien, atenienses, que si yo hubiera intentado anteriormente realizar actos políticos, habría muerto hace tiempo y no os habría sido útil a vosotros ni a mí mismo. Y no os irritéis conmigo porque digo la verdad. En efecto, no hay hombre que pueda conservar la vida, si se opone noblemente a vosotros o a cualquier otro pueblo y si trata de impedir que sucedan en la ciudad muchas cosas injustas e ilegales; por el contrario, es necesario que el que, en realidad, lucha por la justicia, si pretende vivir un poco de tiempo, actúe privada y no públicamente”. ¡Ay, la actualidad de estas palabras! La política como dominación, como negación de la vida, es una constante histórica. El hecho de que Sócrates lo enuncie de esta manera significa que en su tiempo la política no responde más a la comunidad, que las instituciones se han fetichizado. Una persona justa y virtuosa como Sócrates, que no permitiría injusticia o ilegalidad alguna ocupando un puesto público en la tribuna del pueblo, en un tiempo histórico donde las instituciones del pueblo, más que afirmar la vida la niegan, no viviría mucho tiempo. Pero hay que actuar siempre en este sentido. Sócrates afirma la vida, mientras que los dominadores, con tal de conservar sus privilegios contrarios a la comunidad, niegan la vida no sólo del maestro, sino también de la comunidad toda. ¿Cómo lograr una política que no sea de dominación, que sea justa y afirme la vida del pueblo? Los gobernantes no deben obrar para unos cuantos ni para conservar privilegios, sino para prestar ayuda a la vida y a las causas justas que exige la comunidad. Si actuar públicamente a favor de las causas justas provoca la muerte, la organización de la comunidad está mal. Una organización está mal cuando la minoría vive bien y la mayoría vive mal. ¿Qué decide Sócrates? En lugar de emprender la liberación política de la comunidad instaurando un orden político más justo que afirme la vida, prefiere el maestro ocuparse de las nuevas conciencias desde abajo. Tal decisión nos habla de la posible represión de la política de su tiempo o, tal vez, del sagrado respeto y obediencia que Sócrates tenía hacia las leyes. Enfrentarse como un Mesías al Estado de dominación puede ser muy peligroso e implicar la muerte. Pero, sabiendo que el Estado es de dominación y uno prefiere al mismo tiempo obedecer la ley, tenemos una contradicción. ¡Desobedece la injusticia! En este caso, Sócrates afirma su propia vida eligiendo no construir una nueva política más justa, pero su proyecto en conjunto sigue siendo de liberación, puesto que desde abajo va cambiando las conciencias de la comunidad que, con el paso del tiempo, construirán una nueva política más justa, que afirma la vida de las víctimas de la represión y de las leyes que matan a los justos. Sin embargo, ¿debemos abandonar proyectos de liberación política? Pienso que tanto se puede construir un mundo nuevo –y es fundamental- desde abajo, tanto se puede construir desde las instituciones, pero para transformarlas diseñando otras completamente nuevas. Pero, si dicha lucha supone un alto peligro de muerte, ¿quién se juega la vida por la comunidad? ¿Quién será nuestro Sócrates? Mientras nosotros revolucionamos nuestras conciencias para ir más allá del capitalismo, del patriarcado y de la modernidad como producción histórica y cultural de la subjetividad burguesa, ¿cómo vamos a hacer para que desde las instituciones se den las condiciones para ir más allá del Estado moderno capitalista? Paradójicamente, necesitamos un modo de gobierno en las instituciones modernas que tenga una pretensión explícita de obedecer al pueblo; pero que, al mismo tiempo, el pueblo en tanto que pueblo niegue sistemáticamente el modo de gobierno que opera con la estructura de la modernidad y sus leyes diseñadas para amparar los intereses de la burguesía, es decir, necesitamos que el pueblo en tanto que pueblo construya un estado comunitario que sea capaz de hacerle frente al estado moderno capitalista. Pero la construcción del estado comunitario supone coexistir con un estado moderno que prepare las condiciones para explícitamente ir más allá de él. No se trata sólo de senti-pensar otra manera de hacer política y economía, sino de re-existir por completo, existir de otra manera en el mundo.

Diseñar nuevos sistemas.

34e-35b. Sócrates no va a suplicar que le perdonen la vida, no sólo porque no sabe en qué consiste la muerte, sino porque además le parece vergonzoso, pone en ridículo a la ciudad y “ésos en nada se distinguen de las mujeres” (35b). En la edad de Sócrates las mujeres eran consideradas inferiores. Qué triste. Hoy en día seguro que hay muchos que piensan así. “¿Por qué no voy a hacer nada de esto? No por arrogancia, atenienses, ni por desprecio a vosotros. Si estoy confiado con respecto a la muerte o no lo estoy, eso es otra cuestión. Pero en lo que toca a la reputación, la mía, la vuestra y la de toda la ciudad, no me parece bien (…)”. El maestro está dispuesto a morir con tal de no suplicar y de esta manera poner en ridículo a la ciudad y a sí mismo. Expresa un enorme respeto por la ciudad y sus dioses, por eso obedece al dios y le sirve a su comunidad. Como habíamos dicho, cuando Sócrates decide no suplicar por su vida, no alejarse de la filosofía –que supone dejar de vivir- y no hacer política desde el tribunal del pueblo, lo que está haciendo es afirmar la vida suya y su comunidad que, viendo como el maestro conserva la calma en su juicio, tal vez entienda que no se trata de suplicar, sino de justicia, que es lo más importante.

35c-35d. “Pues no está sentado el juez para conceder por favor lo justo, sino para juzgar; además, ha jurado no hacer favor a los que le parezca, sino juzgar con arreglo a las leyes (…) y dejo a vosotros y al dios que juzguéis sobre mí del modo que vaya a ser mejor para mí y para vosotros” (35d). En el caso de Sócrates, supongo que su gobierno y sus leyes fueron establecidas con arreglo a lo que resultaba más conveniente para su ciudad y los atenienses. Pero, ¿qué pasa si una ley es injusta? Si un juez obra únicamente con arreglo a la ley, entonces cometería injusticias si la ley es injusta. La ley ateniense puede matar a Sócrates. Poner en cuestión la ley es fundamental porque ésta puede estar diseñada para encubrir injusticias. Tal es el derecho moderno, diseñado para amparar los intereses de la burguesía. Pero nosotros los mexicanos, los latinoamericanos, tenemos otra historia. Nos-otros padecemos un diseño de sistema de gobierno y un orden legal contrario a la historia de nuestro pueblo. Es por ello que, aún si el juez juzga de acuerdo a las leyes, no se hará justicia hasta que nos-otros diseñemos nuestras propias instituciones y leyes.

Preocuparnos de ser lo mejor posible.

36c. “No iba donde no fuera de utilidad para vosotros o para mí, sino que me dirigía a hacer el mayor bien a cada uno en particular, según yo digo; iba allí, intentando convencer a cada uno de vosotros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible, ni que tampoco se preocupara de los asuntos de la ciudad antes que de la ciudad misma y de las demás cosas según esta misma idea”. Sócrates no hacía nada inútil o que no hiciera el mayor bien posible para sus conciudadanos. ¿Qué significa que cada quien se ocupe de ser lo mejor y más sensato posible? Quiere decir que antes de ocuparnos de las cosas de la comunidad, digamos, para usar los ejemplos de Sócrates: “los negocios, la hacienda familiar, los mandos militares, los discursos de la asamblea, cualquier magistratura, las alianzas y luchas de partidos”, el trabajo, el tiempo de transporte al trabajo, los deportes, las compras, los programas de televisión o series por streaming, las relaciones de pareja, etcétera, nos ocupemos primero de ser nosotros mismos sensatos y lo mejor posible para la comunidad. La manera de conducirnos, por ejemplo, en las relaciones de pareja, son consecuencia del modo en cómo nos ocupamos de nosotros mismos, del modo en cómo nos diseñamos. Si, como hace Sócrates, cada uno se ocupa primero de ser lo mejor y más sensato posible, las cosas de la ciudad aparecerán como sensatas y serán lo mejor posible para todos. Antes ser virtuoso que tener riquezas u honores; antes ser comunitario y comprometido con el pueblo, que pronunciar discursos en las asambleas y militar en los partidos.

36d. “Así pues, ¿qué conviene a un hombre pobre, benefactor y que necesita tener ocio para exhortaros a vosotros? No hay cosa que le convenga más, atenienses, que el ser alimentado en el Pritaneo con más razón que si alguno de vosotros en las Olimpiadas ha alcanzado la victoria en las carreras de caballos, de bigas o de cuadrigas. Pues éste os hace parecer felices, y yo os hago felices, y éste en nada necesita alimento, y yo si lo necesito. Así, pues, si es preciso que yo proponga lo merecido con arreglo a lo justo, propongo esto: la manutención en el Pritaneo”. ¡Sócrates merece ser alimentado en el Pritaneo![5]

Tercera parte.

¿Qué significa filosofar desde América Latina?

37a. Una vez más el tema de la ley injusta: “Yo estoy persuadido de que no hago daño a ningún hombre voluntariamente, pero no consigo convenceros a vosotros de ello, porque hemos dialogado durante poco tiempo. Puesto que, si tuvieras una ley, como la tienen otros hombres, que ordenara no decidir sobre una pena de muerte en un solo día, sino en muchos, os convenceríais. Pero, ahora, en poco tiempo no es fácil librarse de grandes calumnias”. Sócrates evidencia en pleno juicio que la ley es injusta.

38a. Alguno podría preguntar a Sócrates si no es capaz de irse de la ciudad y llevar una vida tranquila, pero el maestro dirá que no porque es desobedecer al dios. Por lo tanto, el maestro iría de una ciudad a otra viviendo filosóficamente, probablemente siendo juzgado y expulsado de cualquier cantidad de ciudades.  Además, “Si, por otra parte, digo que el mayor bien para un hombre es precisamente éste, tener conversaciones cada día acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habéis oído dialogar cuando me examinaba a mí mismo y a otros, y si digo que una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre, me creeréis aún menos”. Para nosotros los mexicanos, los latinoamericanos, ¿cuál es el mayor bien? ¿Qué es para nos-otros la virtud? ¿Qué significa para nos-otros filosofar? Para nos-otros filosofar es dudar de toda la visión de la historia, la política, la economía, la cultura y la vida que ha producido la modernidad capitalista. ¿Qué significa vivir filosóficamente desde América Latina? Ir de un lugar a otro poniendo en cuestión el desarrollo, el progreso, la ciudad, el estado, la democracia, las comunicaciones, los trabajos, la tecnología, el mercado-capitalista, etcétera. Ponernos a la altura de nuestros tiempos significa poner en crisis con nuestros discursos y nuestra existencia, que es re-existencia, la vida y los dioses que idolatran los modernos. Porque la idolatría del mercado-capitalista, el trato de la madre tierra como mercancía y la creencia en los mitos de la modernidad nos están haciendo miserables y conduciendo a la muerte no sólo de la modernidad como edad histórica, sino a la muerte de nuestra madre Tierra y en consecuencia poniendo en peligro de extinción la vida toda.

39c. “Deseo predeciros a vosotros, mis condenadores, lo que va a seguir a esto (…) En efecto, ahora habéis hecho esto creyendo que os ibais a librar de dar cuenta de vuestro modo de vida, pero, como digo, os va a salir muy al contrario. Van a ser más los que os pidan cuentas, ésos a los que yo ahora contenía sin que vosotros lo percibierais. Serán más intransigentes por cuanto son más jóvenes, y vosotros os irritaréis más. Pues si pensáis que matando a la gente vais a impedir que se os reproche que no vivís rectamente, no pensáis bien. Este medio de evitarlo ni es muy eficaz, ni es honrado. El más honrado y el más sencillo no es reprimir a los demás, sino prepararse para ser lo mejor posible”. Sócrates tiene conciencia de que está sirviendo a los atenienses poniéndolos en cuestión e invitando a cada uno a ocuparse de ser lo mejor posible, pues implica que la comunidad será lo mejor posible y entonces podrán ocuparse de que la ciudad también lo sea. Aún si los dominadores matan a Sócrates no van a evitar que se les reproche que no viven rectamente. Haciendo filosofía cara-a-cara, desde abajo, el maestro está preparando las condiciones para que los atenienses no sólo exijan cuentas, sino que además exhiban y reprochen a los gobernantes, jueces o cualquier otra persona cuando éstas no vivan rectamente. El filósofo es también un guía, un educador del pueblo, aunque el maestro no quiera reconocerse como tal. Hay que enseñar mucha filosofía. ¿Y nuestra comunidad filosófica? ¡Una vez más la actualidad de las palabras de Sócrates es apabullante! Prepararse para ser lo mejor posible es el método más honrado y sencillo para ser justos, vivir rectamente y servir como se debe a la comunidad. Los gobiernos de la modernidad capitalista niegan, reprimen, excluyen, a todos los pueblos y personas que les reclaman su injustica y les reprochan su modo de vida, pues ésta tiene como punto de partida la negación de esas otras formas de vida. Decimos que para poder desplegarse el capitalismo y el estado, la sociedad moderna -en tanto que exaltación del individuo- necesita negar, reprimir, destruir, toda forma de vida comunitaria. ¿Cómo van a justificar la expansión de la miseria por todo el planeta? ¿Cómo van a justificar seguir tratando a nuestra madre Tierra como si fuese una mercancía, una mera cosa? ¿Cómo van a justificar su dominio? Como filósofos, si acaso merecemos ser nombrados como tal, tenemos que cuestionar nuestra comunidad como en la antigüedad lo hicieron los grandes maestros. Tal vez, sólo cuando nuestros pueblos tomen autoconciencia de su situación, de su historia particular y de los mitos de muerte de la modernidad, nuestros pueblos enteros sean capaces de reprochar el modo de vida que no es recto –propio de la modernidad, pues explota, niega, excluye, reprime lo nuestro- y construir un mundo nuevo donde quepan muchos mundos. Entonces, ¿vamos a esperar a que aparezca nuestro Sócrates o nos vamos a lanzar a la calle de una vez por todas? ¿Vamos a seguir estudiando filosofía en las universidades o vamos a construir nuestra comunidad filosófica en el maldito gueto, en nuestros barrios, en la cima de los cerros? ¿Vamos a seguir en las ciudades capitalistas –tal vez el espacio habitable más miserable que haya concebido la humanidad- o vamos a construir otra manera de habitar y vivir juntos? ¿Vamos a despreciar y negar lo nuestro o vamos a aprender de la sabiduría de los pueblos originarios, nuestros grandes maestros?

La muerte.

40c-40e. ¿La muerte es un bien o un mal?: “Reflexionemos también que hay gran esperanza de que esto sea un bien. La muerte es una de estas dos cosas: o bien el que está muerto no es nada ni tiene sensación de nada, o bien, según se dice, la muerte es precisamente una transformación, un cambio de morada para el alma de este lugar de aquí a otro lugar. Si es una ausencia der sensación y un sueño, como cuando se duerme sin soñar, la muerte sería una ganancia maravillosa (…) pues la totalidad del tiempo no resulta ser más que una sola noche Si, por otra parte, la muerte es como emigrar de aquí a otro lugar y es verdad, como se dice, que allí están los que han muerto, ¿qué bien habría mayor que éste, jueces?” (40e). ¿Qué es la muerte? Puede ser el retorno de nuestra energía al cosmos… La vida nos dura lo que un suspiro.

41e. Sócrates sólo pide una cosa: que cuando sus hijos sean mayores, los atenienses los traten tal y como él los trataba a ellos. Esto es, que los atenienses traten de continuar su labor. ¿Honraremos al maestro?

42a. “Pero es ya hora de marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir. ¿Quién de nosotros se dirige a una mejor situación? Es algo oculto para todos, excepto para el dios”. En este momento cierro el libro de la Apología, cuyas palabras finales son inmortales. 

@HaileEspino

hailecosmos@gmail.com


[1] Dice Sócrates de él que “era amigo mío desde la juventud y adepto al partido democrático, fue al destierro y regresó con vosotros. Y ya sabéis cómo era Querefonte, qué vehemente para lo que emprendía”.  En una nota a píe de página dice: “Querefonte, cuya relación con Sócrates queda descrita, admiraba a éste profundamente”.

[2] Santuario de Apolo que tenía prestigio entre los griegos y otros pueblos. Creo que es importante mencionarlo porque quiere decir que los atenienses tenían rasgos culturales que compartían con otras culturas. Tal vez, incluso la filosofía no era algo exclusivo de Atenas. Filósofos contemporáneos dicen que la filosofía comenzó en otros lugares, tal vez Egipto.

[3] En las notas al píe de página dice:” La pitonisa (Pythía), que tenía un papel secundario en la jerarquía délfica, pronunciaba en trance frases inconexas que eran interpretadas por los sacerdotes”. Parece que Querefonte era un sacerdote porque fue a él a quién la Pitia respondió.

[4] En este sentido, escribe P. Hadot: “La tarea de Sócrates la que le fue confiada, dice la Apolo­gía, por el oráculo de Delfos, es decir, finalmente por el dios Apolo, será pues hacer que los demás hombres tomen con­ciencia de su propio no saber, de su no sabiduría. Para llevar a cabo esta misión, Sócrates tomará, él mismo, la actitud de alguien que no sabe nada, es decir, la de la ingenuidad. Es la famosa ironía socrática: la ignorancia fingida, el semblante cándido con el cual, por ejemplo, indagó para saber si alguien era más sabio que él. (…) A decir verdad, no se trata de una actitud artificial, de una idea preconcebida de disimu­lo, sino de una especie de humorismo que se niega a tomar demasiado en serio tanto a los demás como a sí mismo, porque, precisamente, todo lo que es humano, y aun todo lo que es filosófico, es algo muy inseguro, de lo que poco puede uno enorgullecerse. La misión de Sócrates es pues hacer tomar conciencia a los hombres de su no saber. (…) Se trata pues mucho menos de poner en duda el saber apa­rente que se cree poseer que de un cuestionamiento de sí mis­mo y de los valores que rigen nuestra propia vida. Pues, en resumidas cuentas, después de haber dialogado con Sócrates, su interlocutor ya no sabe en lo absoluto por qué actúa. Toma conciencia de las contradicciones de su discurso y de sus propias contradicciones internas. Duda de sí mismo. Llega, al igual que Sócrates, a saber que no sabe nada. Pero, al hacerlo, se distancia con respecto a sí mismo, se desdobla, una parte de sí mismo identificándose en lo sucesivo con Sócrates en el acuerdo mutuo que este último exige de su interlocutor en cada etapa de la discusión. En él se lleva a cabo así una con­ciencia de sí; se cuestiona a él mismo”. Hadot, Pierre, ¿Qué es la filosofía antigua?, FCE, México, 1998, pp. 38-41.

[5] “En el Pritaneo, establecido en el Tolo, podían comer las personas a las que la ciudad juzgaba como sus benefactores. Este honor era muy estimado”. Apología de Sócrates, p.25.

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