Cuando Haile despertó era de noche y había luna llena.
Había bebido tanto posh que le costaba trabajo recordar cómo terminó acostado
debajo de una banca en la calle. Tenía todas sus cosas: dinero, teléfono,
mochila, drogas. Y revisando su teléfono comenzó a recordar. “No me he olvidado
de ti”, decía un mensaje. “Te amo, adiós”, decía otro. “Amor, te extraño”,
decía uno más.
-Una de las cosas que te motivaba a escribir ha dejado
de cautivarte –espetó Haile, el otro, mientras le estiraba la mano para
ayudarlo a pararse-. Ahora con la distancia, ¿sabes qué pasó?
-No sé. Y no sé si haya dejado de cautivarme… No sé
por qué ni de qué estaba totalmente cautivado. Pero ya no lo siento. Y, ¿sabes?
Quiero sentirlo otra vez. Porque me siento vacío, no sin propósito, más bien
cómo si necesitase estar cautivado por algo o por alguien para andar esplendido
en la vida.
- ¿No estás enamorado? –cuando Haile, el otro, hizo
esa pregunta, Haile buscó en su mochila la mota.
Se forjó un
porro en silencio, para nada nervioso.
-Hace unos meses que terminé de una vez por todas con “la
mujer”, porque hasta ahora sólo ha habido una mujer –comenzó a decir Haile
mientras se prendía el toque-. Recuerdo muy bien cuando estaba perdidamente
enamorado de ella, no hacía más que imaginarme una vida a su lado. Pero al cabo
del tiempo el momento clásico de la relación pasó y comenzó su declive en
agresiones hasta culminar en violencia, no sin antes pasar por la locura que
mal soporte durante mucho tiempo. En su momento clásico andaba esplendido, nada
me faltaba y quería todo.
-Qué bueno que te alejaste de ella –dijo Haile, el
otro, cuando Haile le pasó el porro-. Ahora, cuéntame de Ariadna. Ya no intentas
nada, ni verla en persona ni hablar con ella…
-No –interrumpió Haile-. Ella es la representación de
esta cosa extraña que necesito otra vez. Cuando estaba cautivado, ¿era por
ella? Creo que no, porque ni si quiera la conocía. ¿Cómo puedo estar enamorado
de lo que no conozco? Ella me pareció hermosa desde la primera vez que la vi y
me motivó para un montón de cosas. Pero ahora no entiendo por qué no me cautiva
más. Creo -y esto puedo decirlo gracias a la distancia, querido amigo- que no
era tanto ella, sino mis deseos de una mujer compañera perfecta que me apoyara
en todo, le gustara todo y fuera todo. Estaba buscando eso con tanto ímpetu que
lo proyecté en una chica, pero jamás lo encontré. Es, pues, “la mujer
imaginaria”, como los versos del poeta.
-Entonces, permíteme el atrevimiento de llamar a esto “amor”
–comenzó a decir Haile, el otro-. La plenitud, el goce, la inspiración. Pero, ¡¿por
qué has dejado de escribir, de participar, de querer?! –preguntaba subiendo el
tono de su voz-. Has abandonado la filosofía, has abandonado la pasión
intelectual, los debates, la provocación. ¿Por qué? ¿Qué eres ahora?
-No cumplo expectativas, no hay nada de raro en eso.
No cumplo ni las expectativas que tengo de mí mismo. Ya no sé quién soy, ni qué
quiero.
-Estás enamorado? –preguntó Haile, el otro-.
-También la extraño, amigo. Pero me falta mucho, en
verdad mucho, para ser pleno. ¿Por qué?
-Porque has cambiado mucho. Yo mismo casi no te
reconozco. Conócete bien, otra vez, para componer tu camino y volverte a
enamorar como en los viejos tiempos. Creo sentir tu corazón, querido amigo, y
todavía no te das cuenta de lo que ahora eres. No tengas miedo, que para
conocerte debes seguir viviendo.
hailecontubernio@gmail.com
0 Comentarios:
Publicar un comentario